TECNOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Por Javier G. Recuenco
Emprendedor, escritor y profesor
Me fascina completamente el hecho de que la AER haya decidido concederme un espacio de reflexión precisamente a mí. Porque, si en algo me he caracterizado, incluso caricaturizándolo, es en mi “traición” a la tecnología como única fuente de transformación empresarial para dar entrada a las ciencias sociales, lo que yo suelo agrupar bajo mi concepto de Factor X, que hace referencia a todas las metodologías para intentar, en la medida de lo posible, ser realistas sobre el comportamiento, siempre emocional, del ser humano en los sistemas complejos. En este contexto, las ciencias sociales son las invitadas a una fiesta en la que, de momento, siempre han estado sentadas en la puerta y sintiéndose como las cenicientas de la fiesta.
En estos tiempos de apocalipsis asociados a la inteligencia artificial (los que llevamos décadas en la IA y nos hemos comido unos cuantos de sus inviernos no podemos por menos que sonreír) y, en general, de temor reverencial ante la amenaza potencial que representa (liderada fundamentalmente por gente como Elon Musk), mi interés está más encaminado hacia lugares que, si bien no tienen por qué considerarse tecnooptimistas, sí por lo menos considerarlos liminales.
La robótica y el humanismo tienen una conexión interesante. La robótica social es una rama de la robótica que se centra en las interacciones entre los seres humanos y los robots, y en que esta interacción sea lo más natural y efectiva posible. La robótica social también se enfoca en cómo los robots pueden ayudar a las personas a superar sus limitaciones físicas y mentales, lo que puede mejorar la calidad de vida de estas.
Además, la robótica también puede ayudar a las personas a comprender mejor su propia humanidad. Al estudiar cómo los robots interactúan con los seres humanos, podemos aprender más sobre lo que significa ser humano y cómo podemos mejorar nuestras propias interacciones sociales. Por todo ello, la robótica social es una conexión obvia entre la robótica y el humanismo. Entre sus desafíos, destacaría:
- Diseñar robots que puedan comunicarse de forma natural y efectiva con los humanos, adaptándose a sus emociones, personalidades y preferencias.
- Desarrollar robots que puedan ayudar a las personas en diferentes contextos, como la educación, la salud, el ocio o el trabajo, respetando sus derechos y necesidades.
- Establecer normas éticas y legales que regulen el uso y el impacto de los robots sociales en la sociedad, evitando posibles riesgos o abusos.
- Fomentar la aceptación y la confianza de las personas hacia los robots sociales, superando posibles prejuicios o temores.
- Investigar los efectos psicológicos y sociales de la convivencia con los robots sociales, tanto positivos como negativos.
Por su parte, la robótica colaborativa, también conocida como cobótica, es una rama de la robótica que se centra en el diseño de robots que pueden compartir el mismo espacio de trabajo con los humanos de manera segura. Estos robots, conocidos como cobots, están diseñados para realizar tareas en colaboración con los humanos. Su objetivo principal es liberar a los operadores de tareas tediosas y mecánicas, permitiéndoles aportar valor en niveles más amplios. Así, los cobots pueden realizar tareas repetitivas o de precisión, mientras que el operador humano se encarga de la toma de decisiones.
“La robótica y la inteligencia artificial tendrán antes o después un cálido encuentro con las ciencias sociales”
Los cobots son intuitivos, seguros y adaptables. Su software es simple e intuitivo, lo que permite que su configuración o puesta en marcha pueda ser realizada por usuarios que no necesariamente posean conocimientos avanzados en robótica. Están hechos de materiales ligeros y cuentan con herramientas de seguridad extensas que les permiten evitar colisiones y hacer paradas de emergencia si detectan alguna anomalía en su área de acción. En resumen, la robótica colaborativa busca generar espacios de trabajo altamente interconectados que puedan satisfacer una amplia demanda dinámica gracias a la automatización de procesos, al trabajo colaborativo, a la operación en la nube y al internet industrial de las cosas (IIoT).
Mi principal caballo de batalla es potenciar todos estos espacios colaborativos y hacer entender que los espacios liminales nos van a generar descubrimientos interminables. Personalmente, no considero que sea utópico el escenario en el que la robótica comience a demandar especialistas en ciencias sociales y en disciplinas a priori ajenas a las consideradas core de la robótica. Las posibilidades de que la IA comience a mostrar comportamientos no deterministas, emergentes, que “alucinen” o “divaguen” en terminología moderna, a partir de la creación del Transformer o de la aparición de las LLM, abrirán la época del tecnodiván.
Yo doy clases en un máster de Industria 4.0, tengo una relación muy cercana con el centro de investigación y desarrollo tecnológico Tecnalia, y muchísima sensibilidad por las posibilidades de la tecnología. El problema es que creo que no estamos preparados para gestionar la problemática humana asociada a robots que empiezan a comportarse como seres humanos.
La medición del mundo (2005) es una novela escrita por el autor alemán Daniel Kehlmann que narra la vida de dos importantes científicos alemanes de principios del siglo XIX, Alexander von Humboldt y Carl Friedrich Gauss. La novela comienza en el momento del encuentro de estos dos hombres en Berlín en 1828 en un congreso de naturalistas. Alexander von Humboldt fue un naturalista y explorador alemán que realizó numerosas expediciones por América Latina y Asia. Es conocido por su trabajo en la geografía física, la botánica y la geología.
Carl Friedrich Gauss, por otro lado, fue un matemático alemán que hizo contribuciones significativas a muchos campos, incluyendo la teoría de números, el álgebra y la geometría. Ambos hombres se pasaron más de media vida tomando medidas, desde finales del siglo XVIII hasta el año 1828, cuando ya bastante talluditos, se reencuentran en Berlín para rememorar estudios, andanzas, venturas y desventuras.
“Creo que no estamos preparados para gestionar la problemática humana asociada a robots que empiezan a comportarse como seres humanos”
La novela es interesante por muchas razones, pero la principal es el contraste entre Humboldt, un aventurero de pro, de los de selva, machete y exhibición física, rollo Indiana Jones, y Gauss, un superdotado intelectual con mucho resquemor a la interacción humana, compartiendo objetivo de búsqueda y llegando a conclusiones similares partiendo de puntos completamente antagónicos.
Las grandes creaciones de valor se producen en las zonas liminales. Qué mejor que comprender que la robótica y la inteligencia artificial tendrán antes o después un cálido encuentro con las ciencias sociales de igual modo que el magma de un volcán en erupción encuentra las aguas del mar.
Vivimos tiempos fascinantes.